Por Guadalupe Reboredo
Netflix sumó a su grilla el clásico de las hermanas transgénero Lana y Lilly Wachowski (Matrix, Sense 8) que marcó un hito cinematográfico hace casi 15 años. Originalmente terminada y lista para estrenar en 2005, su aparición en la pantalla grande debió posponerse para el 2006 dado que podía generar malestar que saliera tan cerca de la fecha de los atentados del subte de Londres, siendo que el argumento tiene un alto contenido político y social y que el personaje principal, el misterioso enmascarado "V", es apuntado como terrorista.
Hace 15 años, el mundo era distint: los virus masivamente letales eran ciencia ficción, las redes sociales aún no habían acaparado nuestras vidas y, sobre todo, el plano internacional todavía crujía por la caída de las Torres Gemelas sin respuestas claras a un interrogante: ¿se afianzarían los totalitarismos o serían vientos de cambio a favor del pueblo? En ese contexto apareció V for Vendetta, un soplo de rebeldía en la industria hollywoodense. Aún quienes no han visto el film pueden reconocer la icónica máscara del protagonista: es la que usa Anonymous cada vez que da a conocer un mensaje.
El enigmático justiciero V (Hugo Weaving), a quien nunca le conocemos el rostro, se esconde detrás de la careta de Guy Fawkes (1570 – 1606), personaje histórico británico que participó de un fallido complot para hacer volar el Parlamento. Y es que V persigue el mismo fin: hacer estallar el mayor símbolo de poder del Reino Unido para socavar, de una vez por todas, los cimientos de un gobierno fascista que, con el argumento de “proteger” a la población, persigue y elimina a cualquier disidencia
V no tiene nada que perder y descree de todas las instituciones. Por eso hará justicia por mano propia y usará métodos más que cuestionables para llevar los mensajes de libertad y esperanza a las masas. Es un héroe oscuro, más parecido a Batman que a Superman, que cree en el pueblo pero no en sus líderes, y actuará en consecuencia.
Idealismo, amor, venganza y acción
V de Venganza es, sobre todo, entretenida. Tiene todos los condimentos para dejarnos agarrados dos horas a la pantalla. Sin embargo, a pesar de las buenas críticas y la masividad, el creador del cómic en el que se basa la película, Alan Moore, no estuvo de acuerdo en cómo se trató su historia. Tal fue su disgusto, que eligió quedar afuera de los créditos finales ya que, según él, se tergiversaba una trama que pretendía oponer fascismo y anarquismo para quedar en un lavado conservadurismo versus liberalismo. En cierto punto, la disputa política planteada por el film es un poco simplista, pero la dicotomía buenos y malos se complejiza por la relación entre V y Evey (Natalie Portman).
La historia comienza cuando Evey, una solitaria joven que trabaja para la British Television Network, cadena oficial de televisión, es detenida por dos hombres en un callejón londinense por estar violando el toque de queda. Sabemos, enseguida, que pueden hacer lo que quieran con ella porque, además de su indefensión, ellos están respaldados. Es entonces cuando aparece V, quien además de rescatarla da un discurso libertario a la vez que hiere a los desagradables agentes del gobierno.
Evey queda impactada por este personaje capaz de cuestionar las reglas establecidas. Es por esto que al poco tiempo, cuando V ingresa en el edificio en que trabaja Evey para filtrar un video en el noticiero, ella lo salva de ser detenida por la policía. Con estos favores, se empieza a tejer un romance entre dos solitarios idealistas. Sabremos que los padres de Evey eran activistas políticos y que, tanto ellos como su hermano, han muerto.
El pasado de la joven será fundamental para comprender por qué perdona e, incluso, comprende a V cuando éste la encierra en pos de hacerle perder el miedo, algo que se ha apoderado de las mentes de todos los británicos. Evey termina siendo, en definitiva, víctima del síndrome de Estocolmo, pero la pregunta llegado a ese punto es la misma que recorre todo el argumento: ¿el fin justifica los medios?
El poder del miedo
Ver V de Venganza en plena pandemia es una experiencia muy distinta a haberla visto anteriormente. ¿Por qué? Porque el gobierno de ultraderecha que maneja los hilos de Gran Bretaña en esta distopía ascendió al poder gracias a la creación de un virus letal, un arma biológica para la que experimentaron con disidentes políticos. V fue parte de esos experimentos; se convirtió en una especie de monstruo superpoderoso, sobreviviente sufrido que vio cómo los ciudadanos se encolumnaban detrás de una fuerza fascista que traía la cura para el virus. No es que la película sea hoy un argumento válido para el movimiento anticuarentena, pero sí resulta shockeante ver imágenes de un laboratorio que planifica la muerte en masa cuando aún no se sabe cuál fue el origen del COVID-19.
La guerra y el desastre biológico llevan a la población al temor constante: miedo a la calle, miedo a la disidencia, miedo a pensar. 20 años después del surgimiento del virus, los británicos viven enajenados, aterrorizados por un gobierno totalitario que ha suprimido religiones y diversidades étnicas y sexuales. A nivel imagen, son claras las reminiscencias de The Wall, film de culto dirigido por el recientemente fallecido Alan Parker sobre el disco de Pink Floyd. Los colores rojo y negro, que a su vez remiten al nazismo, protagonizan las escenas en las que aparece el partido gobernante con su despiadado líder Adam Sutler (John Hurt).
Más cerca en el tiempo, podemos trazar paralelismos con Black Mirror, serie que trabaja sobre las tecnologías en un futuro cercano y en más de un capítulo trata el cercenamiento de las libertades individuales y la política como herramienta de control. Cabe resaltar que V de Venganza transcurre en un futuro en el que la tecnología está presente pero los medios de comunicación tradicionales aún lideran la opinión pública. Llama la atención, entonces, que en sólo 15 años haya cambiado tanto nuestra cotidianeidad respecto a las tecnologías de la información.
La vanguardia
La trama nos presenta un héroe, un ser humano torturado que planea vengarse por su historia personal y la de todos. Imposible no sentir afinidad, no vibrar de júbilo cuando V se anota un punto. En cuanto al mensaje, podemos decir que el film destaca la importancia de la libre expresión en todos los sentidos. Fue tal su repercusión, que la careta de Guy Fawkes se convirtió en un símbolo de lucha en protestas callejeras y en el ícono de la más famosa organización de hackers “justicieros”, Anonymous.
Hasta Julian Assange usó esta máscara creada por el dibujante David Lloyd (quien acompañó al guionista Moore en la novela gráfica). Pero también es cierto que es este mismo mensaje el que, en su carácter libertario, plantea una antipolítica, la creencia de que todo poder es malo y el pueblo es benevolente (¿de dónde salen, entonces, los líderes?), y se plantea una posible iluminación de las conciencias desde la vanguardia individual.
En resumen, el hecho de que una sola persona -dos, si se la toma a Evey como parte de la estrategia- pueda mediante una serie de acciones hacer reaccionar a miles de compatriotas homogeneizados no deja de ser, quizás, demasiado naive. Pienso, de todos modos, que un solo personaje despertó a millones de espectadores. Quizás no sea una idea tan naive después de todo.
Artículo originalmente publicado en El País Digital
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