Por Emilio Gola
104 años tenía Olivia de Havilland, legendaria actriz de la época dorada de Hollywood que falleció de causas naturales en su residencia de París. Su camino dejó más de 60 créditos como actriz hasta los años 80 y es recordada especialmente por su papel en Gone with the Wind (1939), así como por acabar con un abusivo sistema de contratos de la industria.
De padres británicos, De Havilland nació en Tokio, bastante lejos de Hollywood, pero supo llegar a la fama a temprana edad, al igual que su hermana, la famosa Joan Fontaine. Sus padres se separaron cuando tenía tres años, así que la niña se fue a vivir con su madre, exactriz, a California.
Educada en un ambiente artístico, no tardó en tomarle el gusto a la actuación y participó en obras de teatro universitarias y aficionadas de clásicos como A Midsummer Night's Dream y Alice in Wonderland. Gracias a su desempeño en la primera, el destacado director Max Reinhardt la llevó a otra versión teatral y a la cinematográfica producida por Warner Bros. en 1935.
Entonces, empezó su escalada hacia películas reconocidas y hacia los premios. Primero, y junto a Errol Flynn, se convirtió en estrella con películas como Captain Blood (1935) y The Adventures of Robin Hood (1938). Luego llegó Lo que el viento se llevó y su papel de Melanie Hamilton, que le valió su primera nominación al Óscar por Mejor actriz de reparto. En aquella oportunidad la ganadora fue otra actriz de la misma película, Hattie McDaniel, primera afroamericana en llevarse el galardón.
Pero, tras su regreso a Warner Bros., se encontró con que los papeles que le daban no eran los que quería, mientras su amiga Bette Davis se transformaba en el rostro femenino principal de la compañía. Así, empezó a rechazar papeles que le ganaron suspensiones, unas que el estudio aprovechó para extender a la fuerza su contrato. De Havilland decidió arriesgar su carrera y recurrir a la justicia, algo que le fue favorable y marcó un hito laboral para la industria: los actores obtuvieron una libertad que, hasta entonces, parecía muy lejana.
"Estaba orgullosa de esa decisión, porque corrigió un abuso grave en el sistema de contratos. Entre los que se beneficiaron con la determinación estaban los actores que habían peleado en la Segunda Guerra Mundial y que, por tal conflicto, habían sido suspendidos", contó la actriz al Sindicato de Actores estadounidense en una entrevista de 1994.
Con ese éxito a cuestas, De Havilland volvió a trabajar y encontró el pico de su carrera a fines de los 40, años en los que protagonizó To Each His Own (1947) y The Heiress (1949), films que le valieron sus dos Óscars a Mejor actriz. Antes había recibido otra nominación por Hold back the dawn (1941), pero lo perdió a manos de su hermana, con quien cultivó una gran enemistad que nunca pudieron solucionar.
También vale mencionar la nominación a Mejor Actriz por The snake pit (1948), producción que, basada en la novela semiautobiográfica de Mary Jane Ward, rompió el molde al tratar el tema de la salud mental.
Dos Globos de Oro por The Heiress y la miniserie Anastasia: The Mystery of Anna (1986) completaron su premiación en el campo del arte, pero no en el de la vida, ya que recibió la Medalla Nacional de las Artes estadounidense en 2008 y la Legion de Honor francesa en 2010. Además, en 2017, la reina británica Isabel II le concedió el estatus de Dama.
Su carrera no volvió a alcanzar grandes presentaciones debido a una especie de alejamiento de Hollywood (en los 50 se mudó a París) y al desgano que le representaban los papeles ofrecidos. Sin embargo, continuó en pantalla hasta la década del 80 con títulos como My cousin Rachel (1952), Light in the piazza (1962) y Hush, Hush, sweet Charlotte (1964), esta última con su amiga Davis. Su última aparición fue en la The Woman He Loved (1988), película para TV.
Por otro lado, actuó en Broadway en las obras Romeo and Juliet, Candida y A gift of time (con Henry Fonda); y, en 1965, fue parte de otro cambio en la industria al convertirse en la primera mujer en comandar el jurado del Festival de Cannes.
Durante los años de gloria fílmica, De Havilland salió con hombres igualmente famosos entre los que estuvieron Howard Hughes, James Stewart y John Huston. Luego se casó y divorció dos veces, y tuvo dos hijos: Benjamin Goodrich murió de un linfoma en 1991; su hija, Gisèle Galante, es actualmente periodista.
A sus últimas décadas tampoco les faltó actividad porque, más allá de los títulos honoríficos, en 2003 presentó la reunión de ganadores de los Óscars y, en 2018, volvió a la justicia para demandar a la cadena FX por su caracterización en la miniserie Feud: Bette and Joan, aunque esta vez perdió la demanda. Además, siguió leyendo las Sagradas Escrituras en la Catedral Americana de París, algo que hacía desde los 70.
Respecto a su papel de Melanie, y en entrevista con The New York Times en 2004, De Havilland reveló su gusto por los roles de chica "buena". "Creo que son más desafiantes: el concepto general es que si eres buena, no resultas interesante, y ese concepto me molesta", afirmó. Décadas antes, en una declaración al escritor Gavin Lambert, había asegurado que sabía que Gone with the wind sería "algo especial, algo que duraría para siempre".
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