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Jerry Stiller: el cómico del malhumor

Por Emilio Gola

De causas naturales y a sus 92 años, el actor Jerry Stiller se despidió del mundo y dejó un legado de más de 110 películas y casi 70 años de trayectoria con un estilo inconfundible.


Stiller nació en Brooklyn, Nueva York, y se graduó en Drama en la Universidad de Siracusa. Luego, en 1956, debutó en la serie Studio One in Hollywood y jamás paró. Vale señalar que una de sus primeras referencias provino de los hermanos Marx, a quienes fue a ver de niño con su padre.

Además de ser el padre de Ben Stiller, quien lo despidió a través de Twitter, probablemente la memoria colectiva lo tenga siempre como Frank, el histriónico padre de George Costanza en la famosa sitcom Seinfeld.


Sus frases "serenity, now" o su celebración del "Festivus" (que se transformó en una fiesta real entre los fans como una especie de alternativa secular a la Navidad) , entre otras acciones, sobresalieron a pesar de participar en solo 26 episodios de los 173. Por ese rol, fue nominado al Emmy en 1997 y ganó un American Comedy Award en 1998.


Gruñón, gritón y pesado, pero capaz de bajar muchos niveles para hacer una pausa casi mística y volver al ataque, Stiller mostró -y elevó- su carrera en otras series como The King of Queens o la película Zoolander (2001), donde, en el papel de un manager bastante particular, le otorgó un tono extra a su gracia.

También brilló en sus participaciones en el legendario The Ed Sullivan Show junto a su esposa, Anne Meara; actuó en Hairspray (tanto en la película original de 1988 como en la remake de 2007) y apareció en otras junto a su hijo. Justamente, llevó a cabo su última participación con Ben y en Zoolander 2 (2015).


Aunque su reconocimiento estuvo siempre ligado a la comedia, el actor también obtuvo papeles en diversas series de TV e, incluso, brindó su voz para personajes animados en series como Hércules y The Lion King 3.


Pero vale la pena volver a Seinfeld: en una entrevista con el diario USA Today en 1996, Stiller explicó que, al principio, la lectura de sus diálogos no había sido cómica para nada. “Hice la escena de nuevo, pero esta vez grité y exageré los movimientos. Todos se rieron. Después (Jason) Alexander me dijo que le pegara. Yo no quería, pero insistió y finalmente lo hice. Otra vez se rieron todos. Desde entonces, gritar y pegar son mis marcas registradas”.

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