Por Guadalupe Reboredo
A simple vista, Euphoria es una serie más sobre jóvenes de 17 años que lidian con amores controvertidos, padres ausentes o hiperdemandantes, etiquetas no deseadas, la incertidumbre del futuro. Quizás no haya grandes novedades argumentales (diversidad sexual, aborto, redes sociales) pero lo que impacta de Euphoria es el modo de contar, no sólo porque a nivel visual es de una calidad indiscutida sino porque, finalmente, se explicitan los detalles a la audiencia: no sólo sabemos que Rue (Zendaya, la protagonista) sufrió una sobredosis: la vemos inconsciente, vomitada y, más que una historia adolescente, parece Breaking Bad.
Si 13 Reasons Why generó polémica y Euphoria no, es porque, evidentemente, Netflix tiene mejores publicistas que HBO. Es decir, ninguna de las dos está ajena a la realidad circundante, ninguna relata hechos más escabrosos que la cotidianidad, pero con la hipocresía que reina sobre las producciones culturales resulta llamativo que Euphoria, mucho más cruda (y claramente más elaborada), no haya suscitado la censura de los guardianes de la moral de los hijos, ¿o deberíamos decir de los genios del marketing?
En lo que refiere al tratamiento de la sexualidad, Sex Education echa por tierra varios tabúes y trata temáticas capaces de hacer sonrojar al espectador más avispado. Sin embargo, Euphoria es mucho menos simpática: es más impactante en cuanto a la imagen, tanto por lo que se muestra como por la violencia de los actos. En resumen, elegir Euphoria es disponerse a ver otra cosa.
La chica Disney, la chica transgénero y la historia de amor
Por ahora con ocho capítulos, la serie de HBO nos cuenta la historia de Rue, una joven de 17 años adicta a las drogas que acaba de regresar de rehabilitación. Además de guiar los hechos, Rue narrará en off su propia infancia y la de los personajes principales, adolescentes que encarnan estereotipos como el deportista estrella, la porrista sexy y la gorda discriminada, pero cada uno con un giro original.
Ningún personaje es tan llamativo como Jules (Hunter Schafer), ni siquiera la protagonista. Jules es una joven trans que acaba de mudarse a los suburbios y es nueva en la escuela. Audaz, luminosa, llamativa por su porte y su manera de vestir (“se viste como un animé” comentan en el colegio), atrae la atención de Rue inmediatamente. Solitaria y atormentada, Rue jura que nunca conoció a alguien como Jules y se fascina; “a veces la gente es una nueva droga”, le advierte un compañero de rehabilitación.
Euphoria se emitió el año pasado y obtuvo el visto bueno de la audiencia y los críticos, pero el aplazo en la producción de una segunda temporada (la cual ya se anunció de manera oficial) hizo que las repercusiones se aplacaran. El reconocimiento que revivió el interés por la serie llegó este año, cuando Zendaya se hizo con el Emmy a mejor actriz en una serie dramática siendo, con 24 años, la persona más joven en haber ganado este premio y la segunda actriz negra detrás de Viola Davis (How to get away with murder).
Zendaya es una de las tantas estrellas que han dado sus primeros pasos en el mundo Disney. Protagonista de Shake It Up y KC Undercover, clásicas producciones coloridas con escenas musicales, la joven pasó por la pantalla grande en la nueva saga de Spiderman y The Greastest Showman (2017). Finalmente, fue elegida para encarnar a Rue, abismalmente distinta a los papeles a los que estaba acostumbrada. Es que los “niños Disney” no pueden vivir para siempre en el mundo ideal del ratón: Euphoria es el lado B de las telenovelas rosas para adolescentes, el lado oscuro que “niñas Disney” como Britney Spears o Miley Cyrus han reflejado sin tapujos.
¿Quién no se droga?
Uno de los aspectos más innovadores de la trama es la drogadicción de sus personajes ya que, si bien consumen éxtasis o cocaína, el mayor problema -tanto de jóvenes como de adultos- son las drogas legales. En un mundo en el que no hay lugar para el malestar, ni físico ni mental, los fármacos vienen a ser la respuesta aparentemente inofensiva, bien vista, necesaria, que hacen que los eslabones de la sociedad sigan funcionando como maquinitas. Rue relata que fue una niña con déficit de atención y otras patologías, razón por la cual fue medicada desde muy chica. “El tiempo pasaba muy lento”, cuenta sobre sus años de primaria bajo tratamiento psiquiátrico, de los que prácticamente no recuerda nada.
Su adicción más problemática empezaría un tiempo después tras la muerte de su padre, quien por una enfermedad terminal estuvo meses postrado en la cama consumiendo Vicodin. Si bien no se trata específicamente de una familia marginal, Euphoria hace hincapié en las necesidades económicas de la familia de Rue, lo cual contribuye a la debacle de la joven: la madre tenía dos trabajos para sostener la casa, la internación del marido habría sido imposible de costear y Rue, a los 13 años, debía hacerse cargo de su padre y su hermana menor. Es ahí cuando prueba Vicodin. Lo demás es un camino de ida.
Otros personajes, secundarios en este caso, que trabajan las drogas legales son los padres de Lexi (Maude Apatow) y Cassie (Sidney Sweene), la amiga de la infancia de Rue y su hermana femme fatale, respectivamente. No hay una sola escena de su casa en que no veamos a la madre con una copa de vino en la mano. Sabremos, cuando veamos la historia de Cassie, que el padre las abandonó, no por desamor, sino porque, luego de haber estado internado mucho tiempo tras un accidente vial, desarrolló una adicción a los analgésicos para el dolor que lo llevó en línea directa a la heroína. La última vez que Cassie ve al padre en la serie es para permitirle entrar a la casa a robar en secreto .
Represión y depresión
La represión sexual está encarnada por varios personajes. Aunque Jules logró liberarse (más allá de que su autoaceptación no siempre condice con la aceptación del entorno), sabemos que no fue así desde un principio. Jules fue un niño triste que odiaba su cuerpo, mente y, en consecuencia, al mundo mismo. Es poco usual encontrar en una serie la depresión infantil, en el caso de Jules con internación psiquiátrica incluida. Su madre no pudo soportar lo que atravesaba su hijo. Su padre, en cambio, acompañó su decisión de hacer la transición. La joven Jules, que sueña con convertirse en diseñadora de moda, tiene la fortaleza que le falta a Rue, con todas sus vicisitudes.
Por otra parte, el extremo de la hipocresía en sintonía con la represión está representada por el exitoso empresario Cal Jacobs (Eric Dane), padre de la estrella deportiva del colegio Nate Jacobs (Jacob Elordi). Sabremos, por el flashback de Nate, que Cal, además de haberse fascinado con Jules, lleva décadas teniendo sexo con hombres y personas transgénero, sobre todo menores de edad, de quienes guarda filmaciones perfectamente ordenadas. Nate, por su parte, se autopercibe heterosexual, machote, y sale con la chica linda del colegio. Violento, desagradable, este “villano” de la historia tiene sus propios traumas, lo que le da mucha más profundidad al personaje.
Quien pasa por los extremos de ser una estudiante virgen a una bomba del sexo virtual es Kat (Barbie Ferreira), quien siempre ha estado acomplejada por su contextura física y que ahora descubre que hay un universo de fanáticos de chicas gorditas del que puede sacar provecho. Kat logra desinhibirse en el ámbito sexual; otra cosa son los vínculos afectivos.
Experiencia completa
Más allá de su historia, Euphoria es una experiencia sensorial. La fotografía, digna de la mejor cinematografía, la música (hay capítulos en los que suenan más de 20 canciones), los looks (lejos del glamour de The OC o Gossip Girl, llegan a marcar tendencia), crean una atmósfera onírica y, a la vez, terriblemente realista. La pandemia hizo que se pospusiera la filmación de la segunda temporada, pero no hay dudas de que va a llegar. Euphoria es una bocanada de aire fresco, aunque también lleve a contener la respiración.
Nota originalmente publicada en El País Digital
Σχόλια