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Crítica: Emilia


Por Julián Haramboure


Un micro llega por la noche a su destino, una humilde terminal. Una de las últimas pasajeras en bajar es una joven solitaria, que queda a la espera de que la pasen a buscar. Esa escena, a priori estática, fija, ganará valor con el correr de la trama. Así es el inicio de Emilia, producción estrenada hace pocos días en la plataforma CINE.AR. Escrita y dirigida por César Sodero, se filmó en la ciudad costera de Sierra Grande, ubicada en la provincia de Río Negro, lugar de origen del realizador.

La película, cuyo nombre hace referencia a su protagonista, cuenta la historia de una chica que, tras un traspié amoroso, decide abandonar su rutina actual para regresar a sus pagos e intentar comenzar una nueva etapa. No obstante, este disparador trae consigo varias aristas que hacen entretenido el relato: el reencuentro de Emilia (Sofía Palomino) con su amiga Lorena (Camila Peralta), la relación con su madre (una destacada interpretación de Claudia Cantero), su trabajo como profesora de educación física y su readaptación a la ciudad tras tanto tiempo.

A lo ya conocido por ella en el pasado, esa escenografía que parece idéntica a cuando se fue, se le agrega la aparición de Rosario (Nina Dziembrowski), una de sus alumnas en la escuela, por quien Emilia sentirá una especial atracción, una chispa que romperá la aparente monotonía de su rutina.


El ida y vuelta entre madre e hija, sumado al paisaje aislado y mayormente nublado de la costa sureña, puede recordarnos al muy buen film español Viaje al cuarto de una madre (2018). Además, la propuesta cuenta con un dedicado trabajo de dirección de Sodero y una muy disfrutable fotografía, que permite que el espectador aprecie las particulares características del lugar de los hechos. De búsqueda personal constante, la melancólica historia está acompañada de una música de estilo indie, la cual es una decisión acertada.


Sin dudas, más allá de la idea principal, la película también tiene como objetivo mostrar la realidad de este tipo de ciudades, en ocasiones olvidadas en el tiempo. En un diálogo entre el personaje principal y Cristian (Fernando Contigiani), pareja de Lorena, Emilia cuenta su regreso a la playa y es directa: “todo sigue igual ahí”. No obstante, el muchacho es aún más contundente en su respuesta: “Igual, no: está un poco abandonado ahora, no es lo que era antes”.


Es una producción interesante que, en la riqueza de su protagonista y la variedad de los distintos personajes, cobra potencia y mantiene entretenido al espectador. No obstante, y como parte del riesgo de abrir varias subtramas, no todas ellas se cierran del modo más logrado. Dentro de ello, la relación entre Emilia y su compañero de trabajo, Manuel (Ezequiel Díaz), aparece como un buen disparador, pero se diluye con el correr del film.


El planteo general es muy bueno y da lugar a diversas reflexiones, lo que deja en claro la profundidad del producto. Por ello, generan un pequeño sinsabor algunas lagunas que el guion tiene, principalmente, en los minutos finales, con algunas escenas un tanto difusas y, quizá, demasiado abiertas.


🤩 Lo mejor: la idea general y su hermoso trabajo de fotografía.

😒 Lo peor: la historia pierde cierta potencia en los momentos de cierre.

Valoración: Buena 👍

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